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Escrito por mi sister

Toda la noche


Después de cenar, de lavarse los dientes y apagar el televisor, él pensó en ella. “La extraño”, se dijo mientras una bocanada de humo salía de su boca. Pensó en llamarla, pero no lo hizo; sabía que la iba a molestar, ya era tarde y ella seguramente ya estaría durmiendo, y llamarla no tenía sentido si lo que quería era hacerla sonreír. Y no la llamó. Por dos segundos, exactamente dos, pensó en ir hasta la casa y meterse con ella en la cama excusándose con que en su cama no tenía lugar, porque un amigo invisible se había quedado a dormir y él le ofreció su cama. Pero, como dije, fueron dos segundos y solo sirvió para que él se ría de él mismo los siguientes dos segundos, o quizás tres o cinco (ya había dejado de limitar su risa unos días antes). Entonces, se sentó sobre un almohadón grande que tenía en el living y puso música muy tranquila, pero de letras alegres, y dedicó la noche a pensar en ella, a veces él creía en esas cosas de vaya a saber uno qué, y confiaba en que ella soñaría con él si él pensaba mucho en ella. Apagó la luz, cerró los ojos con fuerza y la miró entre todos los recuerdos que tenía con ella, que siempre le parecía que eran pocos, pero que en alguna parte sabía que eran bastantes. Cerró tanto los ojos, que se quedó dormido ahí sentado, en el almohadón, sin que nadie pueda saber con qué soñó, ni siquiera él mismo. En el medio de la madrugada, casi amaneciendo, se despertó y se volvió a reír de él, apagó la música, quiso sacarle una foto al incipiente sol que asomaba por el fondo de la ventana y, sin saber cómo, veló el rollo, pero no llegó a enojarse, aunque se odió por perder las fotos que guardaban en papel lo que él tenía en la cabeza. Antes de mudarse a su cama y después de lamentarse por las fotos perdidas, volvió a dedicarle un pensamiento largo y escribió en un papel que dejó en la mesita de luz: “Te extrañé toda la noche”. Al mediodía siguiente, un beso, una caricia y un “yo también”, lo despertaron con un mate dulce y otras palabras susurradas.

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